In a once-overlooked corner of South America, a nation that long remained under the global radar is now emerging as one of the world’s fastest-growing economies. Its primary catalyst is no secret—oil. Yet what stands out is not just the scale of its reserves, but the speed at which it is reshaping its economic and social landscape.
Guyana, independent since 1966, has transformed from a resource-constrained country into a rising economic force following the discovery of vast offshore oil deposits. According to the World Bank, its economic expansion surpasses that of other South American nations and rivals growth rates seen in developed economies.
The scale of the find is staggering: over 11 billion barrels of oil have been confirmed, with estimates suggesting the total could reach 17 billion. This wealth has significantly boosted exports and drawn foreign investments that are reshaping the country’s infrastructure.
Beyond macroeconomic figures, the oil boom is transforming daily life. New roads, ports, and energy projects are improving connectivity, creating employment, and enhancing regional integration. The resulting stability enables the government to launch social programs and pursue sustainable development strategies, helping to avoid the so-called “resource curse.”
Paulo Guedes, former Brazilian finance minister, described Guyana as “the new Dubai of the region,” a comparison reflecting not only the oil surge but also the potential to expand into financial services and trade.
In a global context where other nations like South Sudan (14.6%), Libya (10.3%), and Senegal (7.9%) also show strong growth, Guyana stands apart due to its combination of natural wealth, strategic planning, and political stability—making it a unique economic experiment capturing international attention.
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El país de América Latina que se gana el título de “la Dubái de la región”
En un rincón poco explorado de América del Sur, un país que durante décadas pasó inadvertido hoy se perfila como una de las economías más dinámicas del planeta. Su motor no es un misterio: el petróleo. Sin embargo, lo que sorprende no es solo la magnitud de sus reservas, sino la rapidez con la que está transformando su tejido económico y social.
Un auge sin precedentes en América del Sur
Guyana, independiente desde 1966, ha pasado de ser una nación con recursos limitados a una potencia emergente gracias al hallazgo de gigantescas reservas de petróleo offshore. El Banco Mundial calcula que su crecimiento económico no solo supera al del resto de América del Sur, sino que rivaliza con el de países desarrollados.
La magnitud del descubrimiento es asombrosa: más de 11.000 millones de barriles confirmados, con proyecciones que elevan esa cifra a 17.000 millones. Esta riqueza ha disparado las exportaciones y abierto la puerta a inversiones extranjeras que están redefiniendo la infraestructura del país.
La construcción de una nueva identidad
El efecto del petróleo va más allá de las cifras macroeconómicas. Carreteras, puertos y proyectos energéticos están cambiando la vida cotidiana de los guyaneses, generando empleo y reforzando la conectividad regional. La estabilidad derivada de esta bonanza permite además implementar programas sociales y estrategias de desarrollo sostenible, un aspecto crucial para evitar el llamado “mal de los recursos”.
Paulo Guedes, exministro de Economía de Brasil, no dudó en calificar a Guyana como “la nueva Dubái de la región”, un paralelismo que refleja tanto el boom petrolero como el potencial de diversificación hacia sectores como los servicios financieros y el comercio.
El espejo para otras economías emergentes
El caso guyanés resalta en un contexto donde otros países también registran crecimientos significativos, aunque en menor medida. Según Focus Economics, Sudán del Sur (14,6 %), Libia (10,3 %) y Senegal (7,9 %) destacan en el panorama mundial. Sin embargo, la combinación de recursos naturales, planificación estratégica y estabilidad política coloca a Guyana en un lugar distinto: el de laboratorio económico sudamericano que sorprende al mundo.