Artificial intelligence (AI) is no longer a speculative technology but a present-day economic force shaping industries and labor markets. While its long-term potential for boosting productivity and growth is widely acknowledged, the immediate effects are uneven, marked by short-term disruptions and a widening digital divide. Workers with advanced technical skills are leveraging AI tools to enhance efficiency and earnings, while those with fewer qualifications face increasing risks of job displacement due to automation. This dynamic is particularly challenging for young professionals entering the workforce, as traditional pathways to career advancement are being reshaped. n nAt the individual level, the benefits of AI are not evenly distributed. As in past technological revolutions, those equipped with relevant expertise gain the most. A growing demand exists for professionals who can apply critical thinking and human judgment to AI-generated outputs—capabilities that require strong technical foundations. AI tools amplify the output of skilled workers, enabling them to accomplish more in less time. In contrast, roles dominated by routine tasks are increasingly vulnerable to replacement, creating a new dimension of inequality: not just access to the internet, but the ability to use AI effectively to expand knowledge and drive innovation. Without targeted educational reforms and reskilling initiatives, this gap could deepen income and opportunity disparities. n nThe same disparities extend to nations. Countries with advanced AI research facilities, strong capital markets, and robust innovation ecosystems—such as the United States and China—are advancing rapidly. Others risk falling behind, becoming consumers rather than creators of AI technologies. Early-stage investment opportunities remain limited to a few key players like Nvidia, select data centers, and a small number of tech firms. OpenAI remains privately held, and most companies function as users rather than developers of core AI capabilities. Nations lacking sufficient digital infrastructure, talent pipelines, or investment capacity may struggle to participate in AI-driven growth. n nAI not only enhances individual capabilities but also reinforces structural economic strengths. The European Union, including Spain, holds strategic advantages in industrial automation, renewable energy, healthcare systems, tourism, and regulatory frameworks—sectors where AI can be integrated responsibly and at scale. However, despite these assets, Europe faces cultural and institutional challenges. A preference for stability over disruption, fragmented capital markets, and slow public-sector adoption have made the region a leader in regulation but slower in scaling innovation. Yet change is underway. The EU is reevaluating its need for technological sovereignty, supply chain resilience, and security. Having mastered responsible regulation, it now must also cultivate confidence in driving large-scale innovation. The opportunity is real, the foundation is strong, and the moment to act is now.
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La inteligencia artificial y nuestro futuro económico
La inteligencia artificial (IA) ya está aquí, no como una posibilidad futura, sino como una fuerza económica del presente. Pero no todos se benefician por igual. Aunque su potencial a largo plazo para el crecimiento y la productividad es ampliamente reconocido, el camino hacia adelante probablemente será desigual, marcado por disrupciones a corto plazo, una creciente brecha digital y una marcada divergencia en los resultados entre quienes se adaptan y quienes se quedan atrás. n nAsí como los trabajadores cualificados aprovechan la ola de la IA para aumentar su productividad e ingresos, los trabajadores con menos habilidades corren un riesgo real de quedarse rezagados. Esto también es una realidad para muchos jóvenes con habilidades generales que recién comienzan sus carreras. Eso significa que la escalera hacia el mercado laboral se está desmantelando justo cuando llega una nueva generación. Comencemos a nivel individual. Los beneficios de la IA no se distribuirán de manera equitativa. Al igual que en revoluciones tecnológicas anteriores, aquellos con las habilidades adecuadas serán los que más se beneficien. n nUna tendencia que ya estamos viendo es la necesidad de personas que puedan aplicar juicio humano y pensamiento crítico a los resultados generados por la IA. Pero para ofrecer ese juicio son necesarias las hard skills o habilidades técnicas. Las herramientas de IA aumentan la productividad de los profesionales capacitados, permitiéndoles lograr más en menos tiempo. Mientras tanto, los trabajadores con menos habilidades desempeñan funciones cada vez más susceptibles a la automatización. Esto crea una nueva forma de brecha digital, no solo entre quienes tienen acceso a internet y quienes no, sino entre quienes pueden utilizar la IA de manera efectiva y quienes no. Y por uso efectivo nos referimos a emplearla para ampliar el conocimiento propio mediante la curiosidad y el propósito. Con el tiempo, esta brecha puede traducirse en desigualdades más amplias de ingresos y oportunidades, a menos que se aborde mediante reformas educativas y programas de recualificación. n nLo que es cierto para los individuos también lo es para los países. Las naciones con laboratorios de IA de vanguardia, abundante capital y ecosistemas de innovación consolidados, como EE UU y China, están avanzando rápidamente. Otras corren el riesgo de quedarse atrapadas en el lado equivocado de una nueva brecha digital. n nSi buscamos oportunidades de inversión relacionadas con la IA, vemos que hay pocas formas de participar en la etapa inicial de la cadena de valor. Están empresas como Nvidia, algunos centros de datos y un selecto grupo de empresas tecnológicas. OpenAI aún es privada. Y casi todas las demás empresas son más usuarias que creadoras de capacidades de IA. Los países sin infraestructura digital suficiente, sin canales de formación de talento o sin capacidad de inversión corren el riesgo de convertirse en consumidores de IA en lugar de productores. n nSi la IA amplifica las capacidades de los individuos capacitados, también recompensará las fortalezas estructurales de las economías. La UE, y España en particular, posee muchos de los activos adecuados. Europa lidera a escala mundial en automatización industrial, energía renovable, sistemas de salud, turismo e infraestructura regulatoria. Estos no solo son sectores vitales, sino también ámbitos en los que la IA puede integrarse de manera responsable y a gran escala. n nPero si la UE cuenta con las capacidades, su principal obstáculo radica en la cultura. Una preferencia arraigada por la estabilidad frente a la disrupción, mercados de capital fragmentados y una lenta adopción por parte del sector público han hecho que Europa sea fuerte en regulación, pero más lenta en escalar la innovación. Sin embargo, el cambio ya está en marcha. La UE está replanteando la necesidad de soberanía tecnológica, seguridad y nuevas cadenas de suministro. Y ya sabe cómo regular de forma responsable. Ahora, en un mundo cambiante dominado por la IA y los desafíos geopolíticos, también debe aprender a innovar con confianza. La oportunidad es real, las bases son sólidas y el momento es ahora.