Argentina’s economic policy appears increasingly focused on a single metric: inflation. Fiscal decisions and currency valuation are being subordinated to this central objective under the current libertarian government. National broadcasts have even been used to explain the monetary causes of inflation and the supposed impossibility of exchange rate pass-through to domestic prices. However, such claims are difficult to sustain when price-setting expectations operate independently and markets function under significant power imbalances—where not all economic actors face the same conditions.\n\nIn economics, as in life, consequences are inevitable. Restricting money supply leads to higher interest rates, which in turn reduce credit availability, potentially causing peso appreciation and a loss of national competitiveness. Everything is interconnected, as one prominent journalist once noted. This interdependence highlights the state of another critical yet underreported variable: interest rates and the credit market, both essential for understanding domestic consumption trends.\n\nThe Argentine financial system is heavily oriented toward consumer lending. According to the Central Bank of Argentina, 46\% of the formal credit portfolio over the past year consisted of personal loans and credit cards, underscoring the reliance of households on financing for daily expenses. In contrast, working capital loans for businesses account for 28\%, while both household (mortgages, auto loans) and business investments make up only 18\%. This structure reveals a strong bias toward short-term consumption, sidelining productive investment and business development.\n\nCompared to other Latin American nations, Argentina’s financial leverage is minimal. Credit to the private sector stands at around 5\% of GDP, far below Brazil’s 50\% and Chile’s 90\%. Household debt is approximately 4.7\% of GDP, significantly lower than Chile’s 46.5\% and Brazil’s 34.7\%. This limited credit penetration restricts financed consumption and hampers economic growth through productive investment, weakening the effectiveness of monetary policy.\n\nHistorically, household debt in the 1990s was low in absolute terms, though relative to income, debt burdens were higher—estimated at 20\% to 25\% of total wages. The average household debt from 1994 to 2024 has been around 4.89\% of GDP, peaking at 7.3\% in 2018—still far below regional averages.\n\nRecent trends show a notable rise in consumer credit following Minister Caputo’s devaluation, fueling a consumption boost in late 2024. By March 2025, total household debt—including bank and non-bank lending (fintechs, digital wallets)—reached nearly 5\% of GDP, with a record stock exceeding 34,800 million pesos. Currently, 48\% of households carry some form of bank debt, either through personal loans or credit cards, with real increases exceeding 200\% and 66\% respectively in recent years. This growth is now threatened by stagnant wage growth and rising interest rates.\n\nAlarmingly, 76\% of household debt is in arrears—either informal or judicial—across all regions of the country. This reflects a financial system with limited credit depth, a heavy tilt toward consumer lending, and minimal support for productive credit. While recent growth in consumer credit is evident, high delinquency rates and restricted access to formal financing remain critical issues.\n\nKey challenges moving forward include expanding financial inclusion, increasing access to productive credit, and managing over-indebtedness risks—fundamental lessons any economist would recognize. The financial struggles of Argentine families are unlikely to improve soon and may worsen. This hidden cost of inflation-focused policy also impacts well-being, albeit more gradually than inflation itself. Both inflation and excessive interest rates ultimately strain household finances, even if the public fixates solely on the dollar’s role in economic woes.\n— news from Suma Política\n\n— News Original —\nLa sábana corta de la política económica\nLa política nacional pareciera reducirse a un solo indicador: la inflación. Y las decisiones se toman en su nombre. Así, la política fiscal (con el ansiado superávit) o la cotización del dólar deben subordinase al objetivo central del gobierno libertario. Hasta cadenas nacionales se realizan para explicar, académicamente, las causas monetarias de la inflación y la imposibilidad del traspaso del dólar a los precios internos. Y por ende a la inflación. Improbable cuando las expectativas de los formadores de precios tienen vida propia y los mercados funcionan con fuertes asimetrías de poder. No todos son iguales ante las Leyes de la Economía. n nEn el plano económico, como en la vida, todo puede evitarse salvo las consecuencias. Traducido: si restrinjo la cantidad de dinero, no se puede evitar que la tasa de interés suba, y si la tasa de interés sube, el crédito cae e incluso el peso se aprecie y, por ende, el país pierda competitividad. Todo tiene que ver con todo, decía un afamado periodista. Y en este aspecto, es interesante exponer cómo se encuentra otra variable, menos promocionada en estos tiempos pero que pareciera que no se halla “bajo control”: la tasa de interés y el mercado del crédito argentino. Muy importante para explicar y entender la reactivación del consumo doméstico. n nEn efecto, el sistema financiero argentino muestra una marcada orientación hacia el crédito al consumo de las familias. De acuerdo a los datos del Banco Central de la República Argentina, durante el último año, el 46% del total de la cartera crediticia formal se explica por los créditos personales y tarjetas de crédito, reflejando la importancia del financiamiento para gastos cotidianos de los hogares. En contraste, el crédito destinado a capital de trabajo para empresas equivale a un 28%, mientras que las inversiones, tanto familiares (hipotecarios y prendarios) como empresariales, representan apenas un 18%. Esta estructura destaca un sesgo hacia el corto plazo y el consumo, relegando el crédito para inversión productiva y desarrollo empresarial. n nComparado con otros países de América latina, Argentina tiene un nivel de apalancamiento financiero bajo. Mientras el crédito al sector privado argentino alcanza aproximadamente el 5% del PIB, en Brasil y Chile supera ampliamente el 50% y el 90%, respectivamente. El endeudamiento de los hogares argentinos ronda el 4,7% del PIB, muy por debajo de los niveles de Chile (46,5%) y Brasil (34,7%). Esta baja penetración limita la capacidad de consumo financiado y restringe el desarrollo económico a través de inversiones productivas, además de debilitar la efectividad de las políticas monetarias. n nEn términos históricos, el endeudamiento familiar durante la década de 1990 fue también limitado en términos absolutos, aunque en relación con los ingresos, las familias tenían una carga de deuda relativamente más alta, estimada entre el 20% y 25% de la masa salarial. El promedio de endeudamiento familiar durante el período 1994-2024 ha rondado un 4,89% del PIB, con picos de hasta 7,3% en 2018. Todos registros lejos del promedio latinoamericano. n nAl analizar la evolución reciente, el crédito al consumo, post devaluación del ministro Caputo, ha experimentado un crecimiento considerable, explicando el envión del consumo del segundo semestre del 2024. Para marzo de 2025, el endeudamiento total de los hogares, incluyendo el crédito bancario y no bancario (fintechs y billeteras digitales), alcanzó cerca del 5% del PIB, con un stock histórico récord de más de 34.800 millones de pesos. Hoy el 48% de los hogares posee alguna deuda bancaria, ya sea con préstamos personales o con tarjetas de crédito, mostrando incrementos reales superiores al 200% y 66%, respectivamente, en los últimos años, instancia que se ve amenazada por dos problemas: los magros aumentos de los ingresos de los trabajadores y las constantes subas de las tasas de interés. Así, el 76% del endeudamiento familiar se encuentra en situación de mora, ya sea simple o judicial, fenómeno que se observa en todas las jurisdicciones del país. n nEn otras palabras, el país navega en un sistema financiero con escasa profundidad crediticia, con un fuerte sesgo hacia el consumo familiar y un bajo nivel de crédito productivo. La evolución reciente muestra un crecimiento del crédito al consumo, pero también una alta proporción de deudas en mora y un acceso aún limitado al financiamiento formal. De ahí que mejorar la inclusión financiera, ampliar el acceso al crédito productivo y gestionar el riesgo de sobreendeudamiento son desafíos claves para el desarrollo económico y social del país. Lecciones que cualquier economista conoce. n nLa moraleja de los avatares financieros hace prever que la situación de las familias no mejorará en el corto plazo. Incluso empeorará. Esta contracara de la política inflacionaria también impacta sobre el bienestar de las personas. Pero de forma distinta. Arribando al mismo punto: ¡el bolsillo! Así como la inflación perjudica a la sociedad en forma inmediata y directa, una tasa de interés desmadrada arrastra el endeudamiento en forma lenta y persistente. Ambas están entrelazadas. Aunque no le prestemos atención y creamos que el dólar es la única causa de todos los males argentinos.