On the outskirts of Washington, D.C., in Ashburn, Virginia, a technological transformation is underway. Known for its cluster of data centers—easily spotted from above due to their white rooftops and proximity to residential neighborhoods—this region has become a central hub for artificial intelligence infrastructure in the United States. According to The Economist, these facilities consume over 25% of the electricity supplied by the area’s primary utility, a surge driven by major tech firms expanding their AI operations. This boom is not only fueling economic growth but also straining energy grids and housing markets.\n\nAshburn hosts the largest concentration of data centers globally, forming the backbone of AI model deployment. Some individual projects demand as much power as a small city, highlighting the scale of energy needs. While this positions the region as a symbol of technological advancement, it also raises concerns about long-term sustainability and infrastructure capacity.\n\nThe economic ripple effects are significant. Recent estimates cited by The Economist suggest that up to 40% of recent real GDP growth in the U.S. stems from investments in computing equipment, telecommunications, data infrastructure, electrical grid upgrades, and AI software innovation. Despite representing a small share of total GDP, this sector’s contribution to expansion is disproportionately large. The situation echoes the 1990s internet boom, when digital infrastructure rapidly boosted national output. Today, expectations are even higher, with widespread belief that widespread automation could unlock unprecedented economic gains.\n\nFinancing models have evolved alongside this growth. Initially, tech giants funded data center construction and chip procurement using internal capital. Now, rapid scaling has led these companies to increasingly rely on debt financing to expand capacity. The stakes are high, but so are the potential rewards, in what resembles a winner-takes-all race. For leading firms, rising electricity and borrowing costs are secondary to securing dominance in the AI landscape.\n\nThe broader economy is feeling the strain. The surge in data center activity has helped keep energy prices elevated, contributing to an average 7% increase in household electricity bills across the U.S. by 2025, per The Economist. Sectors sensitive to interest rates, such as residential construction, face tighter financing conditions. While tech firms can absorb rising costs, traditional industries lack the same flexibility, exacerbating pressures in the real estate market.\n\nMeanwhile, much of the rest of the U.S. economy shows signs of stagnation. Real consumer spending has remained flat since December, and both housing construction and non-tech business investment have declined. These sectors, more vulnerable to interest rate fluctuations, are contributing less to growth, leaving AI-related investment as an increasingly dominant driver. This shift implies that sustained economic momentum hinges largely on whether major tech companies continue or increase their spending on AI infrastructure.\n\nHowever, risks remain. If energy supply or semiconductor availability constrains expansion, or if firms scale back investment, economic growth could slow. A pullback in AI spending might ease pressure on energy prices and borrowing costs, but history offers a cautionary tale: the dot-com boom of the 1990s ended in a sharp downturn. A similar reversal in AI investment could remove the primary engine of growth at a time when other sectors are already fragile.\n\nThe trajectory of the U.S. economy is becoming increasingly tied to artificial intelligence and its supporting infrastructure. Should enthusiasm for data centers wane, the consequences would extend far beyond northern Virginia.\n— news from Infobae\n\n— News Original —\nCómo impacta el auge de la IA en el resto de la economía estadounidense\nLas afueras de Washington DC en Ashburn, Virginia, se han transformado en el epicentro de la inteligencia artificial en Estados Unidos. Una concentración de centros de datos, reconocibles desde el aire por sus techos blancos y su cercanía a zonas residenciales, consume más de una cuarta parte de la energía suministrada por la principal compañía eléctrica estatal, según The Economist. Este fenómeno, impulsado por las grandes empresas tecnológicas, está redefiniendo el crecimiento económico y generando tensiones en sectores como la energía y la vivienda. n nAshburn cuenta con el mayor conjunto de centros de datos del mundo, infraestructura esencial para el funcionamiento de los modelos de IA. El volumen de este consumo es ilustrativo: existen proyectos de centros de datos de escalas impresionantes, con demandas eléctricas equiparables a las de una ciudad pequeña. Esta realidad ha convertido a la región en símbolo del avance tecnológico, pero también ha puesto de relieve los desafíos en el suministro energético y la sostenibilidad. n nEl impacto económico es visible. Estimaciones citadas por The Economist sugieren que hasta un 40% del crecimiento reciente del Producto Interno Bruto (PIB) real de Estados Unidos proviene de inversiones en equipos informáticos, comunicaciones, centros de datos, mejoras en la red eléctrica e innovaciones en software de IA. Aunque el sector representa solo una pequeña fracción del PIB, su contribución al crecimiento es desproporcionada. Esta situación evoca el auge de internet en los 90, en el fenómeno conocido como “burbuja puntocom”, etapa en la que la expansión digital impulsó con fuerza el PIB. Ahora la expectativa es mayor, ya que predomina la creencia de que la automatización masiva traerá un crecimiento económico sin precedentes. n nEl modelo de financiación de esta infraestructura también ha cambiado. Al principio, las grandes tecnológicas financiaban la construcción de centros de datos y la adquisición de chips con recursos propios y reservas de efectivo. Sin embargo, el crecimiento acelerado ha llevado a estas compañías a recurrir al endeudamiento para ampliar su capacidad. La apuesta es grande, pero también los potenciales beneficios, tratándose de un juego donde el ganador se lleva todo. En este contexto, los costos de la deuda y de la electricidad han dejado de ser prioritarios para las empresas líderes, que buscan afianzar su posición en este mercado. n nEl avance de la IA genera efectos colaterales palpables en la economía. El auge de los centros de datos ha contribuido a mantener elevados los precios de la energía, reflejados en un aumento promedio del 7% en las facturas eléctricas de los hogares estadounidenses en 2025, según The Economist. Sectores sensibles a los tipos de interés, como la construcción de viviendas, enfrentan ahora dificultades para acceder a recursos y financiación. Mientras las tecnológicas pueden ignorar los costos crecientes, constructores de viviendas y otros sectores tradicionales no disponen de la misma flexibilidad, lo que amplifica la presión sobre el mercado inmobiliario. n nEl resto de la economía estadounidense presenta indicios de estancamiento. El consumo real se ha mantenido estable desde diciembre, y tanto la construcción de viviendas como la inversión empresarial fuera del sector IA han retrocedido. Estos sectores, más vulnerables a las variaciones de los tipos de interés, han reducido su aporte al crecimiento, dejando la inversión en IA con un rol cada vez más central en la economía. Esto implica que la continuidad del dinamismo económico depende en gran medida de que las grandes tecnológicas sostengan o incrementen su gasto en infraestructura de IA. n nEl modelo presenta riesgos claros. Si la disponibilidad de energía o chips limite la expansión, o las compañías optan por recortar inversiones, el crecimiento podría verse afectado. Una desaceleración en la inversión en IA podría aliviar la presión sobre los precios de la energía y los tipos de interés, pero la experiencia reciente sirve de advertencia: tras el auge de las puntocom en los noventa, se produjo un colapso severo. Un descenso similar en la inversión en IA eliminaría la principal fuente de crecimiento justo cuando otros sectores muestran fragilidad. n nEl futuro de la economía estadounidense aparece cada vez más ligado a la inteligencia artificial y su infraestructura. Si el entusiasmo por los centros de datos decae, las consecuencias podrían sentirse mucho más allá de Ashburn.
