Peru operates as a low-price economy when compared to its South American peers, as evidenced by dollar-denominated price trends for key goods and services. Recent data shows that price increases for essential items such as the Big Mac, healthy diets, and minimum wage have been more subdued in Peru than in neighboring countries. Meanwhile, mobile phone plans have become significantly cheaper, more so than in similar economies. These dollar-adjusted figures suggest that inflationary pressures are relatively contained, but also point to lower income and spending levels across the population.
Understanding this pricing environment is crucial when assessing how artificial intelligence (AI) might influence Peru’s economic development. Businesses in the country typically rely on cost competitiveness rather than product differentiation to attract customers. As a result, AI’s primary role is likely to be in reducing operational expenses rather than enhancing product value. While AI could theoretically support innovation and premium offerings, Peru’s market dynamics favor affordability, making cost efficiency the more immediate application.
However, the economic return on AI-driven labor substitution may be limited. Since wages in Peru are already low, replacing low-productivity workers with automation yields smaller savings compared to higher-wage economies. Instead, the greater risk lies in AI displacing higher-paid professionals whose tasks can be automated, potentially affecting skilled employment. Studies indicate that Peru faces a relatively low overall risk of job displacement due to generative AI, reflecting the current structure of its labor market.
To fully harness AI, Peru must address foundational challenges. Cognitive capacity does not appear to be a barrier: recent assessments suggest average intelligence levels in Peru are comparable to those in the United States. Yet, educational outcomes remain weak, as demonstrated by poor performance in international evaluations like PISA. This gap between innate ability and educational attainment presents a significant hurdle. AI adoption will require a workforce that is not only intelligent but also well-trained and digitally literate.
Digital infrastructure is another constraint. A recent global ranking of digital competitiveness placed Peru 63rd out of 67 countries, highlighting deficiencies in digital skills and employee training. Access to usable data is also limited. In evaluations of open data availability, Peru ranked 63rd out of 198 nations. While the government has made commendable progress in publishing aggregated economic statistics, more granular and up-to-date datasets are needed for advanced AI applications. Private companies are beginning to build digital repositories, but this transition is still in its early stages.
Beyond technical and educational factors, a less-discussed obstacle emerges: human will. Economic theory assumes rational decision-making under scarcity, and AI can enhance this by providing optimal choices based on data. Yet, even when beneficial practices are known, adoption in developing economies often lags due to non-institutional barriers. Individual agency—the willingness to act on sound advice—plays a critical role. AI may offer efficient pathways to growth, but without the personal and collective determination to implement change, its impact will remain limited.
Peru already possesses knowledge of policies and practices that could improve well-being, yet adherence is inconsistent. Deep-rooted social and educational deficits are not purely intellectual challenges; they stem from choices and priorities. Therefore, while AI and human intelligence can address part of the puzzle, sustained progress depends on volition—the conscious decision to pursue better outcomes. Investing time saved through AI into holistic personal development could be a strategic way to foster this mindset. Ultimately, technological tools alone are insufficient without the human drive to use them effectively.
— news from Foco Económico
— News Original —
I.A. en la economía peruana: ¿qué nos falta? – Foco Económico
El Perú es un país de precios bajos. A esa conclusión se llega al analizar la trayectoria comparativa de series de precios peruanos disponibles en fuentes públicas, expresadas en dólares, dentro del subconjunto de países sudamericanos. En concreto, en años recientes los precios en dólares de varios factores y productos clave con relación a países comparables indexados con respecto al precio al inicio de la trayectoria han subido menos en el Perú, o han bajado más. Por un lado, el sueldo mínimo legal – un precio determinado políticamente que representa el umbral del empleo formal – se disparó en décadas recientes, pero en el Perú ha subido menos que en países comparables; lo mismo se observa en el precio de la hamburguesa Big Mac. La evolución medida en un intervalo más breve de años muestra también un claro rezago en el crecimiento del precio (a paridad de poder de compra) de una dieta saludable para el caso peruano. Finalmente, el paquete de una línea de teléfono celular estándar se ha abaratado dramáticamente en el Perú, mucho más que en países similares. Al estar expresados en dólares, los precios no reflejan simplemente que la inflación en el Perú sea menor, aunque claramente la inflación es menor porque los precios en el Perú suben menos que en otros lados. Sin llegar a demostrar que los salarios reales en el Perú hayan subido más que en otros países, los ejemplos sugieren que en el Perú se gana menos y se gasta menos.
¿Por qué interesan los precios al pensar en la inteligencia artificial (I. A.) en la economía? Porque tener una noción clara sobre qué tipo de país es el Perú – un país en el que las empresas de negocios requieren constantemente ofrecer precios bajos para conservar a su clientela o ampliarla – es un paso clave para entender qué tipo de rol jugará la I. A. en el desarrollo económico peruano.
Conceptualmente [1], sabemos que las empresas tienen apenas dos formas básicas de generar valor económico: diferenciar el producto o reducir los costos. La I. A., como tecnología, podría ayudar a incrementar la diferenciación de los productos de las empresas, de tal forma que el público consumidor les asigne una mayor valoración y pague más por ellos. Pero históricamente parece haber habido muy poco de esa estrategia en nuestro país, más acostumbrado a precios bajos y valoración probablemente baja también.
En cambio, la batalla frontal de la I. A. en el Perú probablemente consistirá en ayudar a las empresas a bajar costos, de manera que los precios bajos puedan mantenerse o acentuarse, dejando suficiente ganancia residual para los accionistas y cubriendo a una clientela más amplia a través de la expansión de la oferta. Incluso en este frente, debido a que en el Perú los salarios son comparativamente bajos, la I. A. no tendrá un retorno económico demasiado alto al intentar reducir costos laborales, si la tecnología se emplea para reemplazar el trabajo de operarios con baja productividad y sueldo bajo. Por tanto, el mayor riesgo representado por la I. A. será reemplazar a los pocos trabajadores bien pagados cuya contribución marginal sea sustituible por la máquina. El estudio comparativo de cuántos empleos en el Perú están amenazados por la I. A. generativa arroja un relativamente bajo nivel de riesgo [2].
El potencial de la I. A. en el caso peruano
Para beneficiarnos de la I. A., conviene que revisemos factores subyacentes clave. Primero, la inteligencia humana. Un estudio reciente muestra que el coeficiente intelectual promedio del Perú es comparable al de EE. UU. Si ese estimado es fidedigno, entonces la predisposición natural del habitante promedio del país no debería ser una limitante. Sin embargo, también sabemos que el nivel educativo promedio de la nación es comparativamente más bajo, como lo muestran los resultados de la prueba PISA para estudiantes escolares. Por tanto, la predisposición natural no viene acompañada, en promedio, por una adecuada valoración de la educación por parte del público ni por una oferta competente por parte de los sectores privado y público. Para florecer en el Perú, la I. A. lidiará con un público inteligente, pero deficientemente educado.
El siguiente paso para evaluar el potencial de la I. A. será determinar la capacidad digital del Perú. En este sentido, un reporte reciente [3] que cubrió 67 países en sus capacidades digitales determinó que el Perú ocupaba el puesto 63: un resultado nada halagador. El reporte resalta positivamente la educación superior y, deficientemente, las habilidades digitales y la capacitación de empleados en el caso peruano.
Además de individuos y técnicas, el aprovechamiento de la I. A. requiere una gran cantidad de datos sistematizables. En este sentido, el Perú también ha sido evaluado en la dimensión de acceso a datos abiertos y ocupa el puesto 63 entre 198 países. Algunas de las recomendaciones brindadas por el evaluador incluyen la deseabilidad de datos más desagregados y la publicación de series de tiempo más recientes, aunque en general, los puntajes del Perú en el rubro de estadísticas económicas son notables. Así, el Perú es un país con buena cantidad de datos agregados disponibles para un análisis más profundo para la toma de decisiones. El esfuerzo del estado peruano por llegar a ese nivel ha sido muy meritorio. Por su parte, las empresas peruanas están en un momento de transición, pensando cómo desarrollar sus repositorios digitales para ponerlos en valor.
Un frente poco discutido: I. A. y la voluntad
Incluso si las condiciones para cultivar la I. A. mejoraran dramáticamente en el Perú, nos toparemos con una barrera de la cual se habla poco en economía. Sabemos que la ciencia económica se define como el área del conocimiento dedicada a resolver problemas de escasez aplicando la racionalidad [4]. Desde ese prisma, la I.A. puede concebirse como una ayuda ventajosa: facilitará la adquisición de reglas de decisión que señalen caminos hacia la optimalidad. De hecho, los académicos han mostrado que, cuanto más se investiga o documenta una realidad económica en un ambiente sofisticado, las decisiones de los agentes económicos que aprovechan esas investigaciones o resultados cuantitativos en la práctica se alinean más [5]. Sin embargo, en el contexto de países en desarrollo, se ha documentado la existencia de barreras a la adopción de una práctica, incluso si se prevé que ella puede ser beneficiosa [6]. Esas barreras no son puramente institucionales o impuestas por el entorno: hay un aspecto humano que cierra las puertas al progreso.
Dicho de otra forma, la I. A. puede sugerir caminos económicamente muy atractivos, pero que eventualmente el individuo o el empresario no perseguirá. ¿Es esta una falla de la racionalidad? Conforme la I. A. avance, habrá menos fallas obvias de racionalidad. Confrontaremos entonces el muro de la realidad humana: no todo en la vida es inteligencia o raciocinio. Existe también la voluntad humana, cualidad espiritual crucial para la toma de decisiones. Económicamente, no se habla de la voluntad e incluso se le podría considerar un concepto gaseoso. Sin embargo, filosófica y antropológicamente, la voluntad es una potencia humana ampliamente estudiada en el pensamiento occidental y tienen que ver con la libertad del ser humano para tomar acción, controlando sus propios actos y buscando aquello que su raciocinio le sugiere. No argumento que el único obstáculo para el impacto positivo de la I. A. en el Perú sea el pobre uso individual de la voluntad y la libertad: existen otros factores institucionales y sociológicos que retrasarán la adopción y diversos beneficios. Sin embargo, el último muro de contención de cualquier política potencialmente ventajosa es que el individuo libremente quiera abrazarla: en ese sentido, la voluntad personal para emprender cambios económicos positivos juega un rol crucial.
Sin moldear adecuadamente la voluntad, entonces las ayudas o guías intelectuales externas para tomar una buena decisión serán insuficientes y no conducirán a un mejor equilibrio. Tenemos amplio conocimiento de las fórmulas para llegar a un mayor bienestar, pero no obedecemos a esas recetas. Por ejemplo, el Perú adolece de un rezago familiar y educativo muy difícil de revertir. Esos no son problemas intelectuales ni vienen determinados por condiciones físicas. La conjetura, por tanto, es que la I. A. y la inteligencia humana ayudarán a resolver solo una parte del rompecabezas. Será la libre volición humana la que llevará a elegir el bien y emprender el camino arduo. Desarrollarla requiere una formación costosa, pero llena de satisfacciones, algunas de las cuales serán económicas. ¿Quizá todo el tiempo que ahorraremos gracias a la I. A. debamos dedicarlo a una formación humana integral con miras al bienestar propio y de otros?
Referencias
[1] Brandenburger, A.; H. Stuart. 1996. Value-based business strategy. Journal of Economics & Management Strategy 5, 5-24.
[2] Gymrek, P.; H. Winkler; S. Garganta. 2024. Buffer or bottleneck? Employment exposure to generative AI and the digital divide in Latin America. World Bank research paper.
[3] IMD World Digital Competitiveness Ranking 2024.
[4] Backhouse, R.; S. Medema. 2009. On the definition of economics. Journal of Economic Perspectives 23, 221-233.
[5] McLean, D.; J. Pontiff. 2016. Does academic research destroy stock return predictability? Journal of Finance 71, 5-31.
[6] Bloom, N.; B. Eifert; A. Mahajan; D. McKenzie; J. Roberts. 2013. Does management matter? Evidence from India. Quarterly Journal of Economics 128, 1-51.
Foto: Alan Shields. Shape-Up, 1976-1977. The Museum of Modern Art. Gabriel Natividad.