The Spanish Productivity Puzzle: What If We’ve Been Measuring It Wrong?

The issue of productivity has long been a topic of debate in Spain, surfacing and resurfacing like an underground river. A recent study by economists, including Diego Comin, Tom Schmitz, Antonella Trigari, and Javier Quintana from the Bank of Spain, sheds new light on this critical economic variable. While the overall message of the research doesn’t drastically alter Spain’s productivity narrative, it does suggest that certain periods in recent history may have been statistical illusions.

Productivity, specifically Total Factor Productivity (TFP), is often described as the “secret ingredient” of economic growth. It encompasses technology, efficiency, innovation, and institutional quality. Traditionally, TFP is calculated as a residual, what remains after accounting for increases in labor and capital. However, this method, known as the “Solow residual,” tends to be highly cyclical, showing sharp declines during recessions and spikes during expansions.

The reason for this behavior lies in the measurement of factor utilization. During downturns, companies reduce the intensity of their operations rather than immediately laying off workers or selling machinery. The traditional binary measure of factor usage—used or not used—failed to capture this reality, leading to misleading TFP figures. For instance, during the 2008 crisis, Spain’s labor market dynamics, particularly the massive layoffs of temporary workers with shorter hours, skewed the average hours worked upwards, falsely suggesting increased factor utilization.

The new methodology addresses these issues by using direct indicators such as surveys on capacity utilization, which provide a more accurate reflection of actual production conditions. Additionally, incorporating corporate profits enriches the calculation and removes previous biases.

With these adjustments, the TFP trend shows a slight increase of 1 percentage point between 2008 and 2012, contrasting with the sharp decline indicated by traditional methods. This suggests that the crisis highlighted structural inefficiencies rather than causing a productivity collapse. Furthermore, recent data indicates a 6.2% growth in TFP since 2021, averaging close to 2% annually, marking a potential turning point.

Despite these findings, Spain’s productivity record over recent decades remains concerning. Persistent TFP stagnation has affected the broader economy and society, underpinning many of the country’s challenges.

— News Original —
El enigma de la productividad española: ¿Y si la estábamos midiendo mal?
Hay temas que, como el Guadiana, aparecen y desaparecen del debate público español, pero cuya corriente subterránea nunca deja de fluir. Uno de ellos, quizás el más importante para nuestro futuro, es el de la productividad. Su evolución en las últimas décadas obliga precisamente a señalar este tema como uno de los más relevantes y es lógico que por ello el debate sea una constante en nuestro patio económico.
Debemos así celebrar que desde la academia se hagan revisiones y análisis que ayuden a comprender mejor la evolución de esta variable macroeconómica que está en el centro de cualquiera otra variable asociada al bienestar de los ciudadanos. Así, un equipo de economistas que incluye a Diego Comin, Tom Schmitz, Antonella Trigari y Javier Quintana (del propio Banco de España), obliga a replantearnos algunos periodos recientes de la economía española. El mensaje general del trabajo no cambia mucho las que ya teníamos en términos generales. De repente este trabajo no nos dice que seamos más productivos de lo que éramos hasta ahora, pero sí sugiere, por ejemplo, que el comportamiento en ciertos momentos de la reciente historia de España fue, en gran medida, un espejismo estadístico.
Recordemos, una vez más, qué es la PTF (Productividad Total de los Factores). En términos sencillos, la PTF es la “condimento secreto” del crecimiento económico. Es todo aquello que permite producir más sin necesidad de añadir más trabajadores o más máquinas. Es la tecnología, la eficiencia en la gestión, la calidad de las instituciones, la innovación; en definitiva, el “saber hacer” de una economía. Se calcula como la parte del crecimiento que no se puede explicar por el aumento de los factores de producción (capital y trabajo). Es el residuo, lo que queda después de restar todo lo demás. Y en España, la evolución de ese residuo ha sido persistentemente negativa o decepcionante.
¿Cómo obtenemos la PTF? Normalmente como un residuo: lo que no explica los factores observables debe ser PTF. Sin embargo, el método tradicional, el llamado “residuo de Solow”, es muy procíclico, tal y como cuentan estos autores. En las recesiones, cuando la economía se hunde, la PTF se desploma; en las expansiones, se dispara; y esto resultaba extraño.
La razón de este comportamiento venía, por lo que parece, por fallos en la medición de la “utilización” de los factores. Así, en una crisis, una empresa no despide a todos sus ingenieros ni vende sus máquinas de un día para otro, antes los usa con menor intensidad. Los trabajadores dedican menos horas efectivas a sus tareas, las máquinas funcionan a medio gas. Sin embargo, el uso de los factores se registraba en dos potenciales estados: usado o no usado. Ante esta dicotomía que no respondía a la realidad, la PTF empeoraba drásticamente en cuanto la producción caía, cuando en realidad lo que había caído no era la eficiencia, sino la intensidad con la producíamos. El uso de los factores.
Una forma de evitar este sesgo era usando las horas trabajadas por empleado en vez de empleados para medir el uso del factor trabajo. Normalmente, en una recesión, la gente trabaja menos horas, y esa caída refleja la menor utilización. Sin embargo, en una economía como España donde nuestro mercado laboral ha sido potencialmente muy dual, fijos vs temporales, hace que este indicador no sea muy correcto.
Por ejemplo, durante la crisis de 2008, en España se despidió masivamente a trabajadores temporales, que por lo general tenían jornadas más cortas. Al eliminar de la estadística a millones de estos trabajadores, la media de horas trabajadas de los que quedaban (mayoritariamente indefinidos con jornadas más largas) subió por efecto composición. Según el método antiguo, esto implicaría que la utilización de los factores aumentó en plena recesión, una conclusión a todas luces absurda, reduciendo excesivamente el valor de la PTF.
Lo que la nueva metodología propone son dos cambios principales. En primer lugar, usa un indicador más directo para medir el uso de los factores: las encuestas de capacidad utilizada. Estas encuestas preguntan directamente a las empresas qué porcentaje de su maquinaria y equipamiento están utilizando. Es un dato mucho más pegado a la realidad de la producción y que no se ve afectado por las peculiaridades de nuestro mercado laboral. En segundo lugar, introducen los beneficios empresariales, cuyo uso es relevante, aunque la razón de ello no se va a explicar en este texto por ser una cuestión técnica. Lo que debe importarnos es que enriquece el cálculo y elimina sesgos antes presentes.
Con estos cambios, si miramos los gráficos adjuntos, la línea que representa la PTF española con los métodos tradicionales muestra una fuerte caída entre 2008 y 2012. Sin embargo, con la nueva medición se observa algo muy distinto: un ligero aumento de 1 punto porcentual en el mismo periodo.
Puede verse que esto no cambia la visión a largo plazo, pero sí, al menos, el comportamiento en los ciclos. Así, la PTF no se hundió durante la Gran Recesión; más bien, la crisis reveló con toda su crudeza nuestra incapacidad estructural para generarla, que es un problema distinto y más profundo. El estudio demuestra que la PTF española, una vez bien medida, es mucho menos volátil y cíclica de lo que creíamos. La enfermedad no eran los violentos ataques al corazón que parecían indicar los viejos termómetros, sino una dolencia crónica de estancamiento.
En todo caso, aprovechando de nuevo la nueva metodología, y tal y como se ha señalado en anteriores columnas, en los últimos tres años una dinámica diferente parece observarse. Desde 2021 la PTF habría crecido un 6,2%, o lo que es lo mismo, a un ritmo cercano al 2% de media anual. Con ello, habríamos recuperado el nivel que no teníamos desde 2003, cuando la burbuja ya presionaba a nuestra PTF hacia las profundidades. Podría ser un espejismo o un nuevo problema de medida, pero lo cierto es que todo indica a una clara mejora del nivel de eficiencia de nuestra economía en estos recientes años.
Fuera lo que fuere no es menos cierto que España representa la historia de un fracaso en estas últimas décadas. Con una PTF que no ha hecho salvo caer hasta hace pocos años, el resto de la economía y de la sociedad se ve afectada. Buena parte de nuestros problemas provienen de esta columna vertebral doblada que es la que aguanta al resto del cuerpo. Si su capacidad es baja, todo se desmorona.
— news from Cinco Días

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *