U.S. Economic Leverage as a Trade Weapon May Backfire

The eagerness of U.S. trade hawks to declare victory might be premature. The core idea is that the nation’s massive consumer market—accounting for roughly 30% of global consumption—is too attractive for foreign governments and firms to ignore. By imposing tariffs and crafting country-specific investment deals, Washington turns market access into a strategic lever: comply or lose entry. This has led to a patchwork of trade terms involving commitments on energy, semiconductor investments, and purchases. Additionally, the U.S. is challenging regulations that threaten its corporate interests, such as pushing Europe to soften its carbon border tax or urging Canada to abandon its digital services tax.\n\nHowever, this approach comes at a cost. Average effective tariff rates are now at their highest since 1933. According to the Yale Budget Lab, customs revenues could reach 2.6% of GDP—functionally acting as a tax that dampens consumer spending, drives up prices, and slows short-term economic growth.\n\nSo far, corporate profits remain robust. The combined net profit margin for S&P 500 companies hit 12.8% in the second quarter, exceeding the five-year average, data from FactSet shows. Yet, seven sectors—including energy and real estate—reported year-on-year declines.\n\nConsumer demand is already showing signs of strain, remaining flat in real terms year-over-year through June. This weakening may limit firms’ ability to pass rising costs onto buyers, even as the Institute for Supply Management’s manufacturing price index reached one of its highest levels in three years during July.\n\nWhen households are too financially stretched to absorb price hikes without cutting purchases, corporate earnings suffer. It’s no coincidence that free trade has historically supported U.S. economic strength. Moving away from it could undermine the very foundation of American economic exceptionalism. Tariffs may ultimately tax the engine that powers it.\n— news from Cinco Días\n\n— News Original —\nUtilizar el poderío económico de Estados Unidos como arma lo debilitará\n\nPuede que el ansia de los guerreros comerciales de EE UU por cantar victoria sea prematura. La estrategia consiste en que el poderío del consumo del país es demasiado tentador como para que los Gobiernos y las empresas extranjeras lo ignoren. n nEE UU supone en torno al 30% del consumo mundial. Los aranceles y los acuerdos de inversión a medida para cada país convierten esta dinámica en un arma eficaz: o pagas o pierdes el acceso. El resultado es un extraño mosaico de aranceles y compromisos de compras e inversiones en energía o chips. Para colmo, EE UU está atacando las regulaciones que son el talón de Aquiles de sus empresas, arrancando a Europa una promesa de “flexibilidad” en su proyecto de impuesto sobre las importaciones con altas emisiones de carbono o presionando a Canadá para que renuncie a una tasa sobre los servicios digitales. n nEsta estrategia tiene un precio. El tipo arancelario efectivo medio está en máximos desde 1933, y los ingresos por derechos de aduana podrían alcanzar el 2,6% del PIB, según el laboratorio presupuestario de Yale. Es, en la práctica, un impuesto que frenará el consumo, subirá los precios y recortará el crecimiento a corto plazo, según Yale. n nPor ahora, las empresas parecen estar bien. El margen de beneficio neto combinado de los miembros del S&P 500 llegó al 12,8% en el segundo trimestre, superando la media de los últimos cinco años, según FactSet. Pero siete sectores, entre ellos el energético y el inmobiliario, registraron descensos interanuales. n nEl consumo ya se está debilitando: se mantuvo estable en términos interanuales ajustados a la inflación en junio. Esto podría frenar los intentos de repercutir el alza de los costes, incluso aunque el índice de precios manufactureros del Instituto de Gestión de Suministros registrara en julio una de sus lecturas más altas de los últimos tres años. n nCuando los consumidores están demasiado apretados como para que las empresas suban los precios sin perder ventas, los beneficios se resienten. No es casualidad que el libre comercio haya sustentado la fortaleza de EE UU. Alejarse de él podría incluso ser contraproducente: la actividad empresarial europea alcanzó su máximo de 14 meses en julio. Los aranceles podrían acabar siendo un impuesto sobre el motor del excepcionalismo de EE UU.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *